En un mundo donde la atención es el recurso más escaso, seguimos creando experiencias que la devoran. ¿Y si la clave fuera hacer exactamente lo contrario?. El arte nos permite generar atmósferas —climas únicos (moods)— que conectan emocionalmente sin pedir nada a cambio. En lugar de contar una historia específica, creamos entornos que cada invitado completa con su propia imaginación. El entorno se convierte en la invitación; la imaginación del invitado crea la historia.